Página 12, 14 Octubre 2003

 

OPINION
Democracia en la universidad

 

        Por Rafael González *

Diferentes conflictos que atraviesan la UBA plantean la discusión sobre la democratización. La legitimidad de la estructura del gobierno universitario (GU) está en crisis: en los últimos años, y aun ahora, se han tomado decisiones en contra de la mayoría de los docentes, no docentes y alumnos, que derivaron en serios conflictos. Que la mayoría de los cargos docentes no estén concursados, que sólo los profesores regulares voten en ese claustro –que posee la mayor representación dentro del GU–, que el claustro de graduados en muchas ocasiones esté manejado por verdaderos aparatos políticos que controlan el empadronamiento, bastan para demostrar la necesidad de democratizar al GU. Para ello, debería darse un amplio debate en la UBA y “hacer vinculante” de alguna forma el resultado a una reforma del estatuto.
En cuanto a la legitimidad de las decisiones del GU, últimamente se han producido varios conflictos: en Sociales (Sociología), Ingeniería (intento de remoción del decano), Exactas (modificación de reglamento del Cefiec y de los concursos de docentes auxiliares). En Exactas o Ingeniería, las mayorías circunstanciales de los consejos directivos plantean que es legítimo tomar decisiones más allá de si la mayoría de un claustro, o departamento está de acuerdo: el haber ganado las elecciones los imbuiría automáticamente de la representación mayoritaria. En lo estrictamente reglamentario les asiste la razón. Es lo que podríamos llamar “democracia reglamentaria”, que es a su vez “jerárquica”, ya que se basa en el voto calificado de los profesores. Con esta concepción no importa si la mayoría de los docentes y alumnos del Cefiec está de acuerdo con la modificación de su reglamento, o se arguye que la presentación de 200 firmas de docentes, pidiendo la reconsideración de la reforma del reglamento de concursos es minoritaria ya que hay 1600 docentes (aunque si se fuera coherente, se debería sostener lo mismo del hecho de que 280 profesores que votaron en las elecciones detentan el 50 por ciento del consejo).
Frente a esta concepción, oponemos una “democracia participativa”. Dado que el acto electoral no imbuye de representación en forma permanente, que los representantes muchas veces son electos por la minoría del padrón, que los representantes podrían no respetar el contrato electoral, o que hay nuevas situaciones respecto del momento de la elección, es fundamental crear instancias de participación y consulta que aseguren que las decisiones sean tomadas por la mayoría y de la forma más “horizontal” posible. Esto es válido también para nosotros como gremio. Todos los métodos que tiendan a la participación de las mayorías –en especial de los involucrados– y a la toma de decisión consensuada y horizontal, son válidos: plebiscitos, petitorios, asambleas, movilizaciones, jornadas de discusión. Es más, para abrir la universidad al pueblo, y tener más claro cuáles son las cuestiones que deberíamos considerar al tomarlo como destinatario de nuestra tarea, deberían crearse mecanismos de consulta con la sociedad y sus organizaciones populares.

* Secretario general de la AGD en la Facultad de Ciencias Exactas (UBA).

 

 

 

 

Página 12, 24 Octubre 2003

 

OPINION
Democracia en la universidad II

 

Por Jorge Aliaga *

En un artículo de opinión publicado en Página/12 se planteó la discusión sobre la forma de gobierno de la universidad (GU), en particular de la UBA. Allí se mezclan dos cuestionamientos a la legitimidad de la estructura del GU que deben ser diferenciadas: se cuestiona la forma en que el GU está integrado y se da como prueba de la falta de legitimidad el hecho que se hayan “tomado decisiones en contra de la mayoría de docentes, no docentes y alumnos”. Sin entrar a discutir si efectivamente esto fue así, ambos argumentos tienen una línea conductora: para que la universidad sea “democrática” debe ser gobernada siguiendo la opinión del “pueblo”, o sea de los docentes, no-docentes y alumnos. La universidad pública recibe fondos que aportan todos los ciudadanos y es autónoma. Se le asigna la enorme responsabilidad de administrar esos fondos para cumplir de la mejor forma con el objetivo de proveer educación, generar investigación científica y tecnológica y ofrecer extensión para el pueblo. El pueblo son todos los argentinos, ya que sostienen la universidad pública. Digo que la responsabilidad es enorme porque un grupo de representantes elegido por compañeros de trabajo o estudio deben actuar administrando un bien para el interés general y no para el propio. Eso genera muchas situaciones de conflictos de intereses ya que la condición humana aflora también en los universitarios. Lo que en la nota de referencia se presenta como una dicotomía entre democracia “reglamentaria” o “ participativa” puede plantearse en los términos de democracia “representativa” o “directa”. Si creemos que podemos honrar la autonomía, veamos cómo organizar la democracia representativa (representación en el GU, profesores interinos, falta de concursos, claustro único docente, peso de cada claustro, etc). Respecto de la democracia directa no hay forma de garantizar un mecanismo transparente dado que el que realmente debe opinar es el pueblo de la Nación, aunque ciertamente se podrían hacer plebiscitos o consultas populares, como ocurre en muchos países del mundo. Si la propuesta de democracia directa se refiere al asambleísmo universitario, eso no es democracia. Se logrará una lucha entre pequeñas estructuras políticas, casi siempre sin representación electoral en la sociedad ni en la universidad, copando las discusiones y decidiendo según sus intereses inmediatos. Lo que decida una cátedra, un departamento, o una facultad, aun con el 100 por ciento de apoyo de sus miembros, no debe ser necesariamente legitimado en el órgano de gobierno superior con el solo argumento de ese apoyo “popular”. Estos organismos deben aprobar lo que consideren que es mejor para el pueblo de la Nación y defender los objetivos de la universidad toda, no los de un grupo de interés relacionado con un ámbito de trabajo y estudio. De hacer lo contrario sus miembros deberían ser procesados por incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos y ser socialmente identificados como un caso más de corrupción a los que muchos dirigentes nos tienen acostumbrados.
* Profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA).